Muy joven junta a dos de sus hermanos, viajan a las Indias y
trabaja en México en el Alto Perú y como escribiente en un barco, hasta llegar
a Chile.
Cerca a Potosí, en el Alto Perú, tiene a su cargo la
formación de dos hijos de un acaudalado Sr. Esquivel para quienes fue
testimonio de mortificación y penitencia.
Estando en Bolivia trabajando en una mina, entra a orar en
una capilla y ahí siente el llamado de María Santísima para que ingrese al
Convento.
Con el habito en sus brazos y preparándose para su ingreso en
la Recoleta, tiene un momento de éxtasis ante una Cruz muy venerada que había
en una de las calles de Santiago.
A todos hablaba de Dios y aconsejaba con dulzura y
amabilidad. Su mayor anhelo era acercar a todos a Dios.
Al ingresar a la Orden Franciscana toma el nombre de: Pedro
de la Natividad
Con mucha firmeza y espíritu de fe supero tentaciones
tendidas por alguna mujer, a quien termino por llevar a Dios.
En su vida se narran diversos momentos de éxtasis y raptos
místicos.
Tuvo gran devoción al Santísimo Sacramento, bastaba escuchar
hablar de la Eucaristía y caía de rodillas o hacia una profunda inclinación.
Las calles de esta ciudad lo vieron recolectando limosna para
los pobres y para su comunidad de la Recoleta.
Gozo de mucha estima en todos, pobres y ricos.
Sin tener mayor preparación explicaba la Sagrada Escritura
como si fuera un Teólogo.
Un toro bravísimo ataca al Siervo de Dios y a su compañero
para llegar a ellos cae de rodillas y besa la manga del hábito del Siervo de
Dios.
Tanto en el Convento de la Recoleta como en este de Nuestra
Señora del Socorro, reza devotamente el Vía Crucis.
Sufrió fuertes tentaciones del demonio, pero los venció con
la ayuda de Dios y la Virgen.
Los enfermos y toda clase de necesitado, como también los
animalitos y aves fueron cuidados por él.
Continuamente meditaba en la Pasión del Señor.
Con sencillos remedios y gran confianza en Dios y la Virgen
María sana enfermos.
Un obstinado reo condenado a muerte, se arrepiente de sus
faltas por intercepción de Fray Pedro y al nombre de la Virgen María.
Por intercepción de la Madre de Dios sana al canónigo Don
Juan de Ermua y le alcanza a prolongar su vida.
Se dice que tuvo el don de la bilocación y que estando en
Santiago asistió a su madre en sus últimos momentos.
Siempre estuvo preparado para recibir la visita de la hermana
muerte.
Muere en este Convento de Nuestra Señora del Socorro o de San
Francisco el 12 de septiembre de 1700.
Por intercepción del Siervo de Dios se obtienen diversos
favores, tanto antes como después de su vida